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UNA NUEVA OPORTINIDAD PARA VIVIR FELIZ

Una persona a la que llamaremos Oscar

Cada día y desde muy temprano, tenía la costumbre de discutir, insultos incluidos, con mi esposa, por cualquier cosa. De paso regañaba a mis cuatro hijos que todavía estaban pequeños. Salía de mi casa sin ingerir alimentos, molesto por lo que había pasado. En el camino pasaba por una tienda y compraba licor, un octavo como mínimo, y lo ingería de un solo trago.
Comía algo, pero a las tres o cuatro horas me volvía esa angustia y tomaba otro trago. Una vez que llegaba a mi lugar de trabajo, tenía que ingeniármelas para salir sin tener que ser visto, pues ya no quería pedir más permisos. Me mantenía bebido en horas laborales, sin llegar a la borrachera, para poder atender mi trabajo que no era nada difícil, consistía en archivar cintas magnéticas, parecido a archivar libros en una biblioteca. Muchas veces me dormí en el cuarto de limpieza. Al concluir la jornada paraba a beber en tres cantinas de muy baja categoría, podría describir detalladamente cada uno de esos lugares, casi siempre estaba la misma gente, ya entrada la noche aparecía por mi casa cuando ya todos dormían. Los fines de semana me dedicaba a consumir de tal forma que muchas veces no pude asistir al trabajo ni los días lunes ni los martes. Estaba constantemente inventando excusas para encubrir la verdad, incluso una compañera de trabajo, al igual que otros que se habían dado cuenta de mi problema, me ofreció ayuda para dejar de beber, pero no la acepte.
Como era de esperarse, empecé a sentir los síntomas físicos y mentales por el abuso del alcohol. Bebía cualquier día y a cualquier hora, pero los dos últimos años, todos los días. No recuerdo haber disfrutado de mis hijos, de su niñez, ni de mi esposa en su bella juventud, llegamos a tener una pobreza espiritual y material grave, pero por mi mente salvaje nunca pasaba, ni en mínima parte, cuál era la causa de mi tremenda desgracia, estaba tan acostumbrado a solo ver lo negativo, mi vida giraba alrededor del licor.
Doy infinitas gracias a Dios por haber puesto en mi camino, una mañana de verano, a un miembro de Alcohólicos Anónimos. Escuche su mensaje lleno de fe, amor y esperanza, creo que si no le hubiera aceptado la invitación a una reunión de AA, hoy ya no estaría vivo.
Esto que me ocurrió a mí, ha sido parte del milagro que el bello programa de AA ha hecho en muchos hombres... Tome el programa con seriedad, porque no quería seguir bebiendo. Me gusto escuchar los distintos temas sobre alcoholismo, empecé a leer la extensa literatura, tratando de ponerla siempre en práctica en todos mis asuntos y hasta el día de hoy sigo asistiendo a mis reuniones.
Mis hijos han crecido, son trabajadores y deportistas, tengo ya dos nietas muy bellas y aún estoy viviendo con mi esposa.
Reparar los daños causados no ha sido nada fácil, pero no bebo…. Hoy vivo bien gracias a mi poder superior y a los miembros de AA.

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