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La pandemia cierra escuelas y obliga a los niños a trabajar

La pandemia cierra escuelas y obliga a los niños a trabajar

La pandemia cierra escuelas y obliga a los niños a trabajar


OTOLCHÉN, México (AP) — La actual pandemia amenaza el futuro de una generación de niños en todo el mundo para los que el coronavirus ha significado menos educación y más trabajo. Sólo en los países en desarrollo, dos décadas de avances contra el trabajo infantil pueden verse afectados.

Con las aulas cerradas y padres que pierden su trabajo, la lectura, la escritura y las tablas de multiplicar han sido sustituidas por sudor, ampollas y menores esperanzas de una vida mejor para millones de niños.

En lugar de ir a la escuela, los niños de Kenia pican piedras en las canteras. Decenas de miles de menores en India se han volcado a los campos agrícolas y a las fábricas. A lo largo de Latinoamérica —donde niños producen ladrillos, fabrican muebles o limpian los campos de maleza—, lo que antes era contribuir a los quehaceres de la familia, hoy es trabajo de tiempo completo.

Estos niños y adolescentes ganan centavos o, en el mejor de los casos, unos cuantos dólares al día para ayudar a llevar comida en la mesa.

“El trabajo infantil se convierte en un mecanismo de supervivencia para muchas familias”, dice Astrid Hollander, directora de educación de UNICEF México.

Los gobiernos aún analizan cuántos estudiantes han abandonado sus sistemas escolares, pero con el cierre de las aulas, que afecta a casi 1.500 millones de niños en todo el mundo, UNICEF calcula que pueden ser millones.

Los expertos dicen que es menos probable que los niños regresen a la escuela cuanto más tiempo estén suspendidas las clases presenciales. Las repercusiones, especialmente para quienes ya están rezagados, pueden ser menores oportunidades laborales de por vida, menos ingresos potenciales y una mayor probabilidad de pobreza y embarazo precoz.

“Las repercusiones podrían percibirse en las economías y sociedades a lo largo de las próximas décadas”, advirtió en agosto Henrietta Fore, directora ejecutiva de UNICEF, la agencia para la infancia de la ONU. Para al menos 463 millones de niños, cuyas escuelas cerraron, no hay posibilidad de aprendizaje a distancia.

Es, dijo, una “emergencia educativa global”.

En las montañas del estado mexicano de Chiapas, la suspensión de la escuela significó que Andrés Gómez, de 11 años, comenzó a pasar días completos golpeando un martillo dentro de una mina tallada a mano en busca de ámbar. Andrés, un hablante nativo de tzotzil, había estado aprendiendo español, una habilidad que le abriría más oportunidades.

“Lo que quiero aprender es a leer y escribir”, dice.

Su maestro, Joel Hernández, fue recientemente a recoger libros de trabajo en Jotolchén que se suponía que debían completar los estudiantes que de otra manera no tendrían acceso a la educación a distancia. Solo alrededor del 20% de los estudiantes habían hecho el trabajo y Andrés no era uno de ellos.

“Si papá va al campo, al cafetal, a la mina, el niño no se va a quedar en casa sin nada que hacer”, dice Hernández. “Para ellos, sentarse a ver la televisión, si la tienen, es como perder el tiempo”.

Los expertos dicen que en el pasado, la mayoría de los estudiantes que faltaron a clases debido a crisis como la epidemia de ébola regresaron cuando las escuelas volvieron a abrir. Pero cuanto más se prolongue la crisis, es menos probable que regresen.

Yliana Mérida, investigadora de la Universidad Autónoma de Chiapas, México, dijo que aún más que antes, la pandemia ha convertido la educación en un lujo. “Muchos padres optan por ‘vas a trabajar para ayudarme en casa porque ahora mismo lo necesitamos’”.

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