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Toda herida se cura

Me encanta usar zapatos de tacón alto. Y cada vez que voy a visitar a mi mamá siempre me advierte: “El día que te caigas de esos tacones, !no te salva nadie!”. La semana pasada me acordé de su advertencia porque mientras caminaba sobre un piso de adoquín, perdí el balance y !catapun!, la caída fue tan dura que el dolor no me dejó dormir esa noche.

Cuando visite al ortopeda, me dijo "tengo buenas noticias y malas noticias. Las buenas es que no hay que operarte y las malas es que tienes un fractura y la recuperación va a ser lenta y tomará aproximadamente tres meses”. Me sentí desesperada. Pensé: ¿cómo bajarle la velocidad al tren de vida tan acelerado que llevo?
El doctor me dio unas muletas y me puso una bota ortopédica hasta la rodilla. Sorprendentemente, ponerme esta bota me alivio el dolor de tal forma que, aunque un poco coja, comencé a caminar por todos lados !y hasta solté las muletas! Me sentía tan bien que olvidé ponerme hielo y ni me acordé de levantar la pierna. Dije para mis adentros: “!esta botita es maravillosa!”.
Pero a la mañana siguiente mi pie estaba tan hinchado y adolorido que no podía dar ni un paso. ¿Qué me hizo pensar que una fractura podía curarse de un día a otro?
Este incidente me hizo reflexionar acerca de otras situaciones en la vida en las que no prestamos atención al dolor y queremos continuar como si nada hubiera sucedido. Esto lo hacemos tanto con lesiones físicas como emocionales. Un ejemplo es aquella persona que enfrenta una ruptura amorosa. En vez de pasar por el sufrimiento de un corazón partido, busca a otro amante para ignorar el dolor que siente. Pero no puedes tener una relación saludable hasta que no hayas curado las heridas que sufriste en el pasado. Cuando ignoras tu dolor, tarde o temprano pagas las consecuencias.
Moraleja: Toma tiempo curar una herida profunda, sea física o emocional. Tenemos que ser pacientes. No podemos acelerar el proceso de sanación. Te recuerdo que con calma, fe y positivismo toda herida se cura.

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